Por Francisco José Dorado Farfán|  Confío en que las personas que estas líneas lean, les motive y movilice la lucha por una universidad pública. Si no, lo que sigue carecerá de todo sentido.

Nuestros esfuerzos en la batalla por la educación pública, que hacen bajar nuestra nota media a todo activista estudiantil –pero a pesar de lo cual seguimos dando el callo-, no solo son para intentar frenar los recortes en educación y la subida de las tasas. Los esfuerzos que hacemos son porque lo que plantean nuestros gobernantes y los tecnócratas impuestos por la Unión Europea, no es otra cosa que el cuestionamiento del derecho fundamental a la formación y de acceso al conocimiento por parte de la ciudadanía.

No solo las medidas que pretenden, sino las que llevan implementando desde la aprobación de la LOU, significan poner el conocimiento y la universidad al servicio de las grandes empresas y bancos, sin que esto repercuta de ninguna manera sobre el conjunto de la población.

Sin embargo, esto no es de extrañar. Estamos ante la demostración clara de que el sistema económico imperante y su mercado laboral es incapaz de absorber la alta cualificación de las personas. Es decir, son incompatibles sus dinámicas internas y funcionamiento con el derecho fundamental de la ciudadanía a formarse como personas libres e iguales.

Pero no se queda ahí. También es incapaz de asumir la universalización de la sanidad y el resto de servicios básicos. Desde su óptica, sólo elitizando la educación y la universidad, poniendo barreras económicas a su acceso, podrá perpetuarse.

Desde el pasado 23 de Mayo los estudiantes de las universidades públicas de Sevilla (Universidad de Sevilla y Universidad Pablo de Olavide) secundan un encierro en el Rectorado de la Hispalense / Fotografía: Contrafoto21

Frente a esto, si los y las activistas estudiantiles tenemos como aspiración máxima una educación pública y de calidad, no nos queda otra que plantear un cambio del sistema económico y productivo para que pueda darse una verdadera universalización de la educación y del resto de servicios básicos.

En este sentido, los estudiantes chilenos son referencia y ejemplo de lucha, desde que plantearon a su gobierno las soluciones: si querían una educación cien por cien pública, Chile tenía que nacionalizar el cobre.

Nosotros y nosotras, debemos plantearle a nuestro Gobierno también las soluciones que estén en nuestra mano para solucionar este problema. Soluciones que, por ejemplo, son tan sencillas como una política fiscal realmente progresiva, la desaparición de las SICAVs y demás entes empresariales creados para evadir impuestos, la nacionalización de la banca para recuperar el dinero que, por su crisis, el pueblo español hemos perdido y la supresión del pago de una deuda que no pedimos. La lista podría seguir. Soluciones hay, sólo tenemos que exigirlas.

Ante esto, un paro de dos semanas en las universidades de una sola ciudad (Sevilla), no será nada para un Ejecutivo que gobierna a golpe de decretazo. Es necesario, si pretendemos que se oiga lo que queremos, que se nos una todo el movimiento estudiantil del Estado español, que el curso 2012/2013 no comience si no se nos atiende y que colapsemos las ciudades –como en Chile– de la mano de los trabajadores y trabajadoras que luchan por lo mismo que nosotros: por exigir lo que nos corresponde para vivir con dignidad, en igualdad de oportunidades, y como personas.

La batalla es larga y difícil, pero de su resolución depende no solo la educación, sino toda una forma de entender la vida y la convivencia en un Estado, y la firmeza que cada día más toma el movimiento estudiantil nos proporciona la seguridad que más tarde que nunca venceremos.

Sevilla, mayo de 2012.